El anciano y la grulla
Una tarde llegó un joven hasta donde estaban el anciano y la grulla. Su actitud era misteriosa. Se acercó y, en voz baja, dijo lo siguiente:
-Maestro, hay gente que ha estado hablando de ti con malevolencia…
-¡Un momento! –dijo el anciano-. ¿Te consta aquello que vienes a decirme? ¿Escuchaste a alguien hablar de mí con malevolencia?
El joven se quedó pensando un momento y dijo:
-No. No lo escuché personalmente. Alguien me lo contó… En la aldea se rumora esto…
El anciano y la grulla se quedaron quietos por un momento. Él se mostraba reflexivo. Y ella, como siempre, estaba a su lado protegiéndolo y alerta. La hermosa ave estaba agradecida con él porque la había liberado de una trampa en el bosque. Desde entonces, se había convertido en su acompañante y guía, pues el hombre era ciego.
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